martes, 26 de septiembre de 2017

Las ayudas del Estado a los nuevos proyectos emprendedores

La semana pasada, en el último párrafo del post decíamos lo siguiente:

“Y para colmo, en nuestro país, la forma antigua de emprender, la que comienza con el autoempleo está de capa caída ya que todo pasa por el farragoso mundo de los autónomos, con el montón de pegas que arrastra. Desde el pago de la cuota, haga calor o frío; es decir, facture o no facture, con el consiguiente rebote de los autoempleados que no ven nada claro su futuro, y muchos de ellos terminan cayendo en el pozo del falso autónomo, aunque ahora se conozcan como autónomos dependientes, pero esta nueva denominación no cambia la relación empresa-trabajador, al no gozar de los mismos “privilegios” que los trabajadores por cuenta ajena.”


Y en este orden de cosas, hay que recordar aquí las relaciones del Estado con esos emprendedores conocidos como autónomos dependientes. Y lo haremos trayendo aquí un artículo del periódico Cinco Días:

“En el año 2016, 38.369 desempleados ejercieron su derecho de capitalización de la prestación por desempleo para comenzar un proyecto por su cuenta. Estamos ante una ayuda que pretende que un emprendedor pueda iniciar una nueva actividad, bien sea como autónomo, en una cooperativa, en una sociedad laboral o creando una sociedad mercantil. Según datos de la UPTA (Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos), en el 84% de los casos la capitalización de la prestación se utiliza para darse de alta como autónomo.

Se supone que con la capitalización, un desempleado puede utilizar su paro para iniciar una nueva actividad. Sin embargo, 37.000 de los 38.000 que lo solicitaron lo utilizaron para abonar las cuotas mensuales a la Seguridad Social, al darse de alta como autónomos. 

¿Qué significa esto? Que lo que inicialmente se promulgó como una medida para fomentar el emprendimiento, termina siendo una fórmula para que el Estado se ahorre el paro de esas personas, a través de la reintroducción de este en la Seguridad Social, mediante el pago de las cuotas de autónomo que ese emprendedor tendrá que pagar.

Capitalización utilizada para abonar las cuotas mensuales 

Las cifras anteriores corroboran que sólo 1.000 de los 37.000 desempleados pudieron utilizar realmente su paro en invertir en el nuevo proyecto. Por lo tanto, este sistema de capitalización del paro es una pescadilla que se muerde la cola, y el dinero que se le aporta al desempleado, vuelve al Estado en forma de cuota mensual de la Seguridad Social.

Cuando un emprendedor decide empezar un proyecto como autónomo y capitaliza el paro, paga su Seguridad Social con su propio paro. Es él quien se ayuda a sí mismo, y nadie más. El ahorro en gasto social por parte del Estado es considerable. Además, no se habrá invertido en mejoras que ayuden a consolidar el negocio. Simplemente se consigue un alivio inicial con menor carga impositiva durante los primeros meses. Pero, ¿qué ocurre cuando este alivio desaparece?

Las asociaciones de profesionales de autónomos señalan que esta medida es insuficiente y ponen de manifiesto que se trata de un dinero que al final vuelve al mismo sitio, por lo que el Gobierno no está invirtiendo en ayudas reales para los autónomos.”

Y en este orden de cosas, Eduardo Abad, secretario general de la organización UPTA, haciendo referencia a la evolución, entre 2013 y 2016, dice que los afiliados al RETA (Régimen Especial de Trabajadores Autónomos) han crecido en 168.379 autoempleos netos en 4 años.

Según las siguientes cifras:

No obstante, a juicio de esta organización la rotación en el sistema viene dada porque en la mayoría de los casos se emprende por necesidad, y no por oportunidad o vocación. Además, sostienen que se ha empujado hacia el emprendimiento a miles de personas que “por estricta necesidad de seguir en el mercado de trabajo” han decidido probar fortuna en el mundo de los negocios, sin ser este un sector que “admita la suerte” como una de sus causas de éxito. 

Hasta la semana que viene


lunes, 18 de septiembre de 2017

La confusa creación de empresas en España

En los pocos post que he publicado este verano en el blog he tratado de evidenciar lo complicado que resulta generar trabajo en España, porque mientras la mayoría de micros y pymes intentan sobrevivir con las grandes no se puede contar, ya que su objetivo primordial es lograr la máxima productividad, como sea; es decir, con la menor gente posible. Y para colmo, ahora se sabe que se está produciendo lo mismo que en 2008 pero con dos millones de trabajadores menos.

¿Mayor competitividad laboral?, ¿mayor desequilibrio normativo?, ¿mayor robotización? Posiblemente de todo un poco. Pero dada la estructura empresarial española por tamaños y a la vista de la ridícula cantidad de empresas grandes que tenemos y que de pequeñas y medianas no andamos muy sobrados (como se puede ver más abajo) la salvación, de momento y desafortunadamente, sigue estando en el lado más vulnerable: el autoempleo y las microempresas.

Pero esto no opta para que por lo menos soñemos con tener algún día una cifra de pequeñas y medianas (pymes) bastante superior a las que figuran en el siguiente cuadro, porque en ellas está la clave.


LAS EMPRESAS ESPAÑOLAS POR TAMAÑO

Así que se hace imprescindible remover esta situación, ya que de lo contrario, corremos el riesgo de convertirnos definitivamente en un país de tenderos y camareros de comercios y bares-restaurantes estén en manos de autoempleados o microempresas, que abrirán o cerrarán en función de los vaivenes geopolíticos y estacionales del Turismo.

Y esto a qué nos lleva? Pues al aprendizaje de un emprendimiento distinto al conocido hasta ahora. El actual, por lo general, se basa en la enseñanza de una o dos personas para que dirijan y gestionen un negocio o una microempresa. Para ello se pretende que absorban un montón de materias empresariales muy complicadas para la mayoría de esos emprendedores, por lo que acaban liados. Estas disciplinas se fundan en un documento llamado Plan de Empresa, impuesto en su día por los departamentos de riesgo de los bancos y hoy casi obsoleto.

Pero el profesor norteamericano Bill Aulet, escribió en 2015 el libro “La disciplina de emprender”, en el cual confiesa que después de muchos años enseñando a emprender en el MIT norteamericano descubrió que emprender podía significar dos cosas. Una como la hemos explicado en el párrafo anterior, consistente en planear negocios y microempresas con evidentes limitaciones: 

     · Negocios más bien familiares y casi todos de servicios: comercios, bares y similares. No necesitan grandes inversiones por lo que requieren poco capital para empezar, pero si entra dinero pueden crecer de forma rápida y convertirse en pymes 

     · En general solo sirven a mercados regionales o nacionales 

Así que la forma de emprender que propone el profesor Aulet es a base de crear empresas innovadoras, las cuales requieren unos programas serios y comprometidos en las facultades universitarias más solidarias con la Empresa, que además de en USA existen en Reino Unido, Israel, Singapur o Chile, por ejemplo.

Es decir, una enseñanza profesional de la creación empresarial, y que en España no existe. Entre otras cosas porque los docentes universitarios no han sido orientados hasta ahora para la creación de empresas. De ahí que aunque haya bajado un poco la tendencia los universitarios siguen prefiriendo ser funcionarios.

Ese hueco académico sobre el Emprendimiento lo han comenzado a cubrir una diversidad de másteres, cursos y concursos, aprovechando su carencia en las universidades. Están promocionados por ciertas organizaciones muy espabiladas soportadas por algún que otro banco importante cuyo patrocinio lo utilizan para engrosar su Marketing, ya que el escaso costo que tienen está más que compensado por el posicionamiento y la visibilidad que logran en el mundo universitario.

Y para colmo, en nuestro país la forma antigua de emprender, la que comienza con el autoempleo está de capa caída ya que todo pasa por el farragoso mundo de los autónomos, con el montón de pegas que arrastra. Desde el pago de la cuota, haga calor o frío; es decir, facture o no facture con el consiguiente rebote de los autoempleados que no ven nada claro su futuro y muchos de ellos terminan cayendo en el pozo del falso autónomo, que ahora se llaman autónomos dependientes, pero cuya nueva denominación no cambia la relación empresa-trabajador, al no gozar de los mismos “privilegios” del trabajador por cuenta ajena. 

Hasta la semana que viene

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Si no se acaba de una vez con el desequilibrio entre el ser humano y la naturaleza, nuestros descendientes no querrán ni recordar nuestros nombres.