jueves, 26 de julio de 2018

La señal de alerta para cambiar de trabajo (o al menos, intentarlo)

Escucha a tu cuerpo y tus sensaciones, son más objetivos que tu mente
Ruben Montenegro
Coordinado por Pilar Jericó en EL PAIS el 22 de ENE 2018

“Uno de los emprendedores más innovadores de Estados Unidos tiene su truco personal para saber cuándo ha de cambiar de trabajo: su despertador. Tony Hsieh en su libro autobiográfico explica que, cuando hace años trabajaba en LinkExchange, un buen día tuvo que sonar hasta seis veces la alarma para que se levantara. Fue entonces cuando decidió cambiar de empresa. Entró en Microsoft y, pasado un tiempo, le volvió a suceder. El despertador insistió otras seis veces. Dejó entonces la compañía y montó Zappos, empresa dedicada a la venta de zapatos online… 

Está claro que el caso anterior es solo un ejemplo y posiblemente de poca aplicación para el resto de los mortales: ni todos tenemos la genialidad de Hsieh, ni estamos en mercados laborales tan alegres como los tecnológicos en Estados Unidos, ni disfrutamos madrugando. Pero matizado todo lo anterior, es un ejemplo para reconocer que cualquiera de nosotros puede tener alguna señal que indique que necesitamos buscar trabajo en otra empresa, en otro departamento o con otro jefe, o al menos intentarlo. Pero, ¿cómo saber reconocerla y no confundirla con una mala etapa que pasa con el tiempo?


Pues bien, curiosamente la primera señal te la suele dar el cuerpo y las sensaciones como, por ejemplo, no tener ganas de levantarse, que descienda la motivación bajo mínimos los domingos por la noche o sufrir un humor de perros durante una temporada larga por culpa del trabajo. Después de estas señales, pasado un tiempo viene la cabeza a dar una explicación de lo más racional y justificada. Pero el orden suele ser así: primero, el cuerpo y las emociones, y después, la mente. Y tiene su explicación. La cabeza que anhela nuevos sueños o proyectos es también la que almacena los miedos y las inseguridades.

Si yo deseo cambiar de trabajo es posible que durante el proceso de búsqueda me enfrente a dudas del tipo “¿y si me equivoco?”. Por eso, lo que el cuerpo nos diga es “más puro”, “más sincero”. Lógicamente, no hablamos de trabajos en los que no se llega a fin de mes, cuyo motivo es más que evidente; o de oportunidades muy deseadas, que de repente llegan… sino de aquellas decisiones más difíciles. Así pues, ¿qué podemos hacer?

Lo primero de todo, presta atención a tus sensaciones. Eso no significa que en cuanto tengas un pinchazo en el estómago o se te peguen las sábanas necesites buscar otro trabajo. No, significa no pasar por alto aquellas sensaciones que son una constante, como un estrés continuado todos los domingos, un agotamiento continuo o un carácter endemoniado sin necesidad.

Segundo, conversa sobre lo que te ocurre con honestidad. Para dar forma a lo que sentimos, necesitamos darle palabras. Para ello, puedes escribir para tomar distancia y entenderlo o aún más fácil, hablarlo con alguien de confianza sin juzgarte. Simplemente, conversa sobre ello y pregúntate el porqué.

Tercero, distingue dos momentos: el de tomar una decisión y el de ejecutarla. Quizá sepas que ese trabajo no es para toda tu vida pero tampoco el mercado laboral esté en su mejor momento. Por ello, es bueno no confundir la decisión con el instante en el que se ha de poner en marcha.

Y cuarto, diferencia el motivo por el que no te atreves a dar el paso: puede ser por miedo (hipoteca, hijos, incertidumbre…), porque no tienes claro qué es lo que quieres, o porque sigues confiando en esa empresa… En la medida en que lo identifiques te será más fácil gestionarlo con un plan de acción. 

Sin duda el trabajo es una parte importante de nuestra vida. Le dedicamos demasiadas horas como para estar a disgusto. Prestando atención a las señales, estaremos mejor preparados para cerrar una etapa y definir una estrategia para comenzar otra nueva. ¡Buena suerte!” 

Hasta la próxima


martes, 17 de julio de 2018

DISEÑO Y MARKETING

La alucinante historia de Bibendum, el muñeco de Michelin.
Uno de los símbolos comerciales más reconocidos del mundo cumple 120 años y lo hace manteniéndose tan joven como el primer día… y cargado de historia.

Gonzalo de Martorell · 15/07/2018 

El muñeco de Michelin, icono de la publicidad, nació en 1898. No es solamente el símbolo universal de una marca de neumáticos. Es también un icono de la cultura popular que ha trascendido generaciones e incluso ha dado pie a expresiones populares que nada tienen que ver con los neumáticos. Porque esta genial creación publicitaria de principios del siglo XIX es la culpable de que a esos kilos que nos sobran y todos queremos esconder al llegar el verano los llamemos ‘michelines’, término ya aceptado por la Real Academia Española.


1. El símbolo de Michelin nació casi por casualidad. La idea del divertido muñeco se le ocurrió al propio Edouard Michelin al observar un montón de sus neumáticos apilados en un almacén. “Si tuviera brazos parecería un tipo gordito”, le comentó a su hermano André. Pese a lo genial de la ocurrencia, la idea esta todavía tardaría cuatro años en cobrar forma porque los industriales no creyeron que su hombre-neumático fuera a tener más trascendencia.

Finalmente, en 1897, los Michelin pensaron que había llegado el momento de que su empresa tuviera una imagen y un eslogan y contactaron con el reputado ilustrador Marius Rossillon, O’Galop, en busca de ideas.

2. El dibujante presentó a los empresarios un esbozo que había realizado para una cervecería muniquesa y que le habían rechazado. Mostraba a un orondo borrachín bávaro a punto de zamparse una pinta bajo la frase en latín Nunc est bibendum (‘Y ahora bebamos’, la fórmula con la que brindaban los antiguos romanos); a André se le iluminó de inmediato la cara: ¡ese borrachín era igual que su muñeco de neumáticos! Y no solo eso, sino que la idea de que los neumáticos Michelin “se bebían los obstáculos” ya había sido usada por la marca unos años antes.

Todo encajaba, por lo que O’Galop diseñó el primer cartel publicitario de la historia de Michelin; un gordinflón hecho de neumáticos que brinda a nuestra salud con una copa llena de clavos bajo el lema “Nunc est bibendum”.

3. La expectación que despertó el muñeco –aún sin nombre oficial más allá del manido hombre-neumático– fue inmediata…, y como orgulloso padre André Michelin quiso que se le pareciera un poco, de modo que al personaje se le añadieron tres de sus rasgos más significativos: un anillo, un cigarro y unas enormes gafas redondas. Algunos meses después, durante la carrera París-Ámsterdam-París, Andre Michelin fue a saludar a un as local (Charles Thery) el cual, al verle, comenzó a exclamar divertido: “Bibendum, Bibendum”. El muñeco de neumáticos ya tenía nombre… y sería recordado para siempre. 

4. En diciembre de 1898 la popularidad del personaje había crecido ya tanto que los Michelin aprovecharon el Salón de la Bicicleta de París para mostrar al público su primer Bibendum de carne y hueso. La idea era que el personaje recibiera a quienes acudían al expositor de Michelin a interesarse por las cubiertas ciclistas de la casa, pero la avalancha de curiosos que se formó para ver de cerca al hombre-neumático fue tal que el pobre animador que le daba vida dentro del disfraz estuvo a punto de morir asfixiado

5. Una de las razones principales del éxito del Bibendum fue su versatilidad. Al ser una figura antropomórfica Michelin podía personalizarlo prácticamente a gusto de cada mercado. En el Reino Unido fue un gentleman con bombín, en Italia un aristócrata, en los Estados Unidos un cowboy (un militar durante la Primera Guerra Mundial, un astronauta cuando ha trabajado para la NASA…) y así hasta docenas de variantes.

El problema vino cuando cada país comenzó a hacer su propia versión del personaje…, algunas veces con resultados cuestionables respecto al original. Michelin decidió a finales de 1920 estandarizar el logotipo y crear su propio estudio de diseño con sus propios dibujantes.

6. En 1925, en Clermont-Ferrand –la sede central de Michelin– optaron entonces por un muñeco más delgado, de gesto más amable y más cercano a un personaje de dibujos animados. A partir de ese momento, Bibendum cambia; pierde el puro –que mantenía desde sus orígenes como homenaje al fundador– y pierde peso.

En esencia es ya el Bibendum que conocemos hoy en día y cuyo concepto se mantendrá más o menos invariable –sólo con ligerísimos retoques– hasta 1998. Ese año, coincidiendo con el centenario del muñeco, Michelin decide borrar cualquier referencia al sobrepeso en su popular icono, lo adelgaza aún más y Bibendum adquiere un rol más dinámico y deportista que mantiene en la actualidad.

7. La popularidad del simpático muñeco llegó a ser tal que su imagen se utilizó en marcas de chocolatinas, cigarrillos e incluso hubo orquestas que crearon bailes más o menos estrambóticos imitando sus movimientos. En 1930 Michelin tomó la decisión –que se mantiene vigente– de no ceder bajo ningún concepto ni para ningún tipo de uso comercial la imagen de su Bibendum.

De hecho, ni siquiera Michelin puede emplearla en otra cosa que no sean aspectos relacionados con los neumáticos de la casa, sus mapas y sus famosas guías…, aunque permitió que el Bibendum hiciera un cameo en una de las historietas de Asterix y en el cortoLogorama, en el que se enfrentaba al villano… ¡Ronald McDonald!

8. A finales de 2017 Michelin decide duplicar al Bibendum y crear dos versiones diferentes; una para la estricta promoción comercial de los neumáticos –más convencional– y otra más corporativa destinada a estar presente en todas aquellas actividades lúdicas, culturales y solidarias en los que está involucrada la multinacional francesa. En este papel humanitario, Bibendum es capaz de expresar más emociones y sentimientos y lucir imágenes menos habituales. La marca pretende de este modo separar al Bibendum automovilista del Bibendum solidario y evitar que ambos puedan confundirse. 

9. En el año 2000 el Bibendum de Michelin fue proclamado como el Mejor Logotipo del Mundo por el Financial Times y la revista Report on Bussines. El propio Salvador Dalí –autor del logo de Chupa-Chups– siempre lo consideró una obra comercial casi perfecta y tenía varias versiones del Bibendum repartidas por su casa de Port-Lligat. Pero no todo han sido éxitos en la trayectoria del celebérrimo muñeco francés; al principio de su existencia lo confundían a menudo con una momia o con un personaje promocional de algún folletín de terror

10. Una de las preguntas más repetidas sobre Bibendum es la de por qué es blanco si está hecho de neumáticos. En realidad el simpático logotipo es del color adecuado porque, aunque hoy no sea muy conocido, los primeros neumáticos eran de color gris claro. El desgaste y la suciedad de la carreteras los oscurecía, así que Bibendum debía ser de un blanco impoluto que simbolizara juventud y buena salud. Los neumáticos franceses no comenzaron a ser negros hasta 1917, cuando incorporaron el carbón a la mezcla de caucho.

Hasta la próxima


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Si no se acaba de una vez con el desequilibrio entre el ser humano y la naturaleza, nuestros descendientes no querrán ni recordar nuestros nombres.