martes, 16 de octubre de 2018

SI NO TIENEN TRABAJO QUE COMAN EMPRENDIMIENTO

Así titulaba el pasado día 4 de este mes la periodista Ángeles Caballero en El Confidencial este inteligente artículo. Y lo traigo aquí para que mis sufridos lectores lo interpreten como tengan por conveniente.

“No podemos vivir en un país en el que en las pancartas de cada 1 de mayo se dibuja al empresario vestido con chaqué y chistera, con colmillos de vampiro y Rolex”.

(Pero) Durante la crisis, se potenció con eslóganes diversos el hacerse 'emprendedor'.

Le di la razón al entrevistado. Porque me pareció injusta esta ‘tiogilización’ del asunto: pensar que el empresario es un señor, señora o señore que se levanta cada mañana pensando en hacer un ERE. No creía yo que para reivindicar a la clase empresarial íbamos a padecer la epidemia emprendedora. Qué plaga bíblica, gensanta. (que a tantos nos contagió).


En España hemos convivido con una imagen del empresario que se parece mucho a lo que sigue. Un hombre de más de 50 años, que le toca el culo a la secretaria, pisa alfombras en las que se te hunde el tacón al pisarlas y tiene un despacho en una planta alta de una torre aún más alta. Es ese hombre que dispone de dos horas y media para comer, que paga con la tarjeta de la empresa sin despeinarse y al que no le duelen prendas al bajar los sueldos, explotar a sus súbditos y maltratar a las embarazadas porque nunca ha salido de la caverna cerebral en la que vive. Sí, me encantan los lugares comunes porque siempre hay algo de verdad en ellos. A cambio, los hemos sustituido por los lugares comunes del emprendedor, como si este no fuera empresario.

Ayer empezó en Madrid un encuentro internacional que reúne a cientos de ‘entrepreneurs’, de los serios y de los cantamañanas, de los que madrugan y arriesgan y crean empleo, pero también muchos de los que recibieron dinero paterno para montar algo tras realizar sus estudios en la universidad de la vida acomodada, que suele caer por algún punto de Estados Unidos. Por eso hablan tan bien inglés, aunque no hayan pisado la Ivy League. A ambos, empresario y emprendedor, los he padecido.

El emprendedor reniega del empresario porque lo que tiene no es un negocio, sino una 'startup'. No hace llamadas, sino que tiene una 'call', no recibe informes sino un 'brief', no hace labores comerciales sino que 'pitchea'. Tampoco pide créditos a un banco, sino que acude a rondas de financiación. Y como la gomina del empresario está pasada de moda, considera que peinarse y llevar traje y corbata está sobrevalorado. Sí, estamos a favor de la comodidad, pero he visto emprendedores vestidos como si acabaran de soltar la tabla de surf para mandar un correo electrónico, y entre el 'casual' y el mamarrachismo hay una línea demasiado delgada.

El emprendedor no tiene despacho propio pero desarrolla sus brillantísimas e innovadoras ideas en un espacio de 'coworking', una aceleradora o una incubadora. No tiene una panadería, una franquicia o una fábrica, siempre tiene una 'app' o algo relacionado con la tecnología, la robótica y la digitalización, mucha digitalización. Ha horneado en su cabecita algo que hará cambiar el mundo en el que vivimos. Aspira a ser hijo predilecto de Silicon Valley, que es el sueño americano 'neocon' por excelencia. Contempla la palabra fracaso porque en Estados Unidos le contaron que eso viste mucho y se incluye en el currículo.

Pero no nos pasemos de halagos, que debilitan. Que sí, que ha arriesgado dinero suyo o ajeno para montar algo propio, ha preferido pegársela antes de conformarse con un sueldo fijo al mes. Y muchos no estamos dispuestos a asumir ese reto, pero no nos pasemos de halagos, que debilitan. El riesgo es un concepto relativo dependiendo del tipo de colchón en el que caes cuando las cosas no salen como esperabas. ¿Arriesga más el que monta un bar con sus ahorros o Rosauro Varo comprando licencias de VTC?

Por eso me resisto a esa idea machacona que nos lanzan del emprendimiento como salida al desempleo. Que lleva años calando como lluvia fina, como publicidad subliminal. Porque donde otrora hubo alcaldes inaugurando grandilocuentes palacios de congresos, ahora están encantados de inaugurar granjas para incubar emprendedores. Como si no hacerlo te convirtiera en un flojo. Como si te gustara tener un trabajo precario, una paguita, y no te enteraras de que el triunfo está ahí, a la vuelta de la esquina, en forma de sociedad limitada. Si no tienen pan, que coman pasteles, dijo María Antonieta. Si no tienen trabajo, que coman emprendimiento.

Hasta la próxima

martes, 2 de octubre de 2018

La sobrecualificación laboral en España

Más de la mitad de los titulados superiores españoles tienen que aceptar puestos que no exigen titulación universitaria. La alternativa debería ser la Formación Profesional, pero el sistema sigue enrocado académicamente en preparar a los alumnos para la universidad.

Los economistas César Molinas y Pilar García Perea, en su libro, de 2016, “Poner fin al desempleo. ¿Queremos? ¿Podemos?”, consideran que "la obsesión por la igualdad" ha sido uno de los males endémicos del sistema educativo español, el cual se ha convertido en una auténtica máquina de generar parados, y que en términos generales ha dado lugar a una enseñanza mala o mediocre.

La reforma en profundidad de la educación y del mercado de trabajo son las condiciones necesarias para acabar con la "aberrante" tasa de desempleo juvenil y la precariedad laboral en España, que no obedece estrictamente a causas económicas, sino sobre todo estructurales, según defienden ambos economistas.
En septiembre de 2016 había en España unos 12 millones de titulados superiores y solo 6 millones de puestos para esas cualificaciones. Dos años después los titulados ya pasan de esa docena de millones, pero el número de empleos que requieren titulación está estancado.
El 14 de agosto de 2017, Javier Jorrín, decía en El Confidencial algunas cosas con las que en su mayor parte no puedo estar más de acuerdo: 

“La generación más preparada de España es también la 'generación perdida'. Nadie se ha escapado de escuchar estos dos tópicos durante los 10 años que van de crisis, pero en pocas ocasiones han estado apoyados con datos. ¿Cuál es la verdadera situación de España? ¿Está peor que otros países en 'talento desperdiciado'? Eurostat ha realizado un estudio sobre la evolución de la sobrecualificación por sectores y los resultados son contundentes: España ocupa los peores puestos en casi todos los listados, habitualmente el peor.

Los trabajadores españoles tienen un nivel formativo elevado en comparación con la media europea, pero lo más preocupante es que no encuentran un empleo adecuado a su cualificación y terminan ocupando puestos para los que no hubiesen necesitado esa titulación. Es el problema de la sobrecualificación: después de una fuerte inversión en formación (tanto privada como pública), los alumnos no encuentran una salida al mercado laboral que esté a la altura de su preparación.”
Transformar el sistema educativo 

Para que todas las reformas del mercado laboral sean plenamente eficaces, Molinas y García Perea, hablan de la importancia de una transformación del sistema educativo que aumente la empleabilidad de las personas de cara a un futuro en el que tendrán que cambiar de trabajo con frecuencia y en el que habrán desaparecido todos los trabajos que no tengan algún componente de creatividad.

En este sentido, defienden un sistema de excelencia que saque a estudiantes de las universidades, "la mayoría mediocres y malas", para traspasarlos a la formación profesional.

A su juicio, hay "demasiados estudiantes universitarios, muchos de los cuales tienen problemas de comprensión lectora y de cálculo elemental, que nunca encontrarán ocupaciones relacionadas con su formación".

Este es uno de los polos del "disfuncional" sistema educativo español, que en el lado opuesto tiene el fracaso escolar y la infracualificación de unos jóvenes "a los que no se les ha enseñado a hacer nada" y carecen de capacidades profesionales específicas.


La formación profesional 

Ante este panorama, proponen cambiar los métodos de enseñanza "desde preescolar", para fomentar la educación en la creatividad y una formación profesional adaptada a las necesidades de las empresas y que deje de ser "una alternativa al fracaso escolar". 

"La formación profesional no ha sido una opción válida ni para los alumnos ni para las familias", lamentan los autores, que critican un sistema enfocado a preparar a los alumnos académicamente solo para ingresar en la universidad. 

Hasta la próxima

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Si no se acaba de una vez con el desequilibrio entre el ser humano y la naturaleza, nuestros descendientes no querrán ni recordar nuestros nombres.