lunes, 10 de febrero de 2025

LOS 60: EL MUNDO REAL ESTABA AHÍ FUERA

Volviendo al orden, más o menos establecido en el sumario gráfico de la Presentación, ahora tocaría recordar la situación española en los años 60 del pasado siglo, con sus luces y sus sombras y con el Plan de Estabilización en pleno apogeo. 

Así que, mientras aquí comenzábamos a salir del cascarón, en buena parte del mundo sucedían unos acontecimientos de tal envergadura que a la mente humana le parecía imposible que pudieran repetirse en el futuro. solo por mero sentido común. Pero vivir para ver: muchos se han quedado, comparativamente, cortísimos.

Cuando al atardecer del 28 de octubre de 1962, los altavoces del Ministerio de Marina, sito en el Paseo del Prado de Madrid, sonaron para decir que se levantaba el acuartelamiento de todo el personal militar, los gritos de alegría de los marineros que estábamos destinados en el Ministerio debieron oírse en todo Madrid. Llevábamos una semana sin ver la calle, enjaulados y aterrados y esperando lo peor en la azotea del edificio. Rápidamente a cambiarse para lanzarnos a la calle y tomar unos vinos para celebrarlo. Teníamos 20 años pero éramos conscientes, de ser uno de los objetivos principales de la posible primera y última guerra nuclear, ya que a poca distancia de la capital está la Base Militar Americana de Torrejón de Ardoz.

Y es que la crisis de los misiles de Cuba había concluido, ya que la URSS no se atrevió a cruzar la invisible línea roja que trazó en el Mar Caribe el atrevido y malogrado Presidente Kennedy.
Pero posiblemente, de aquel grupo jóvenes  marinos que estuvimos muy cerca  de un holocausto nuclear yo era uno de los que tenía más conciencia del grado de armamento de la Marina  española, ya que  mi profesión antes de la mili era técnico electrónico, y ejercía mi oficio en el Departamento de Artillería de una de las factorías de la Bahía Gaditana dedicada entre otras cosas al armamento de buques de guerra, los cuales también se construían en la zona, junto a los mercantes de recreo y superpetroleros, a los que solo hacían sombra los construidos en Japón y en Corea del Sur.


Destructor D41 “Oquendo”, equipado con dos cañones de doble caña de calibre 120 mm de, modelo NG 53, con mando a distancia por cableado.



Montaje del cañón NG-53, calibre 120 mm, de doble caña, con mando a distancia por cable, patente de la Vickers inglesa, listo en la Factoría de San Carlos de San Fernando (Cádiz), para su transporte a las pruebas de fuego real en el Polígono de Tiro Janer en la playa de Torregorda, y su posterior traslado al destructorD41 OQUENDO para su instalación definitiva. (1962)

La sección del departamento de Artillería de la factoría San Carlos, en la que se realizó la automatización del cañón NG53 era conocida con el apelativo de “Mando a Distancia”, donde trabajábamos un equipo de mecánicos, electricistas y técnicos en Electrónica. Constaba de una sala de mandos cuyas paredes estaban cubiertas por cajas de acero de aprox. uno por un mt., repletas de los clásicos amplificadores de válvulas de radio de la época, con sus complementos de resistencias y  condensadores para cerrar los circuitos y cuyas señales amplificadas confluían en un pupitre de mando desde donde manejar por control remoto  los  movimientos y funciones del cañón, que estaba anclado en un foso a una distancia de 7 u 8 metros desde la sala de control, unidos por un grueso cableado subterráneo para trasladar las señales electrónicas desde la cabina, simulando su ubicación en el destructor, aunque a inferior distancia que desde el puente de mando del barco a los cañones, lógicamente. El supervisor del proyecto era un capitán de corbeta (comandante) impuesto por la Marina, que controlaba el desarrollo del proyecto y comprobaba si se cumplían las etapas establecidas entre la Armada y la Factoría para la instalación definitiva del cañón en el destructor Oquendo en la fecha estipulada.

CONTROL REMOTO

Hoy nos sobran sofisticados mandos a distancia, para  la tele y otros aparatos, pero en 1960 hubiéramos dado algo grande por tener a mano un instrumento similar para soslayar los molestos cables que cruzaban el suelo del salón-comedor desde el rudimentario mando a distancia hasta la tele.

Y es que el sistema en que se basaba aquel control remoto era el que inventó muestro paisano Torres Quevedo a finales del siglo XIX, al que denominó TELEKINO.


Detalle del TELEKINO, aparato que ejecutaba órdenes transmitidas, a distancia.

Según el podcast “Despierta tu Curiosidad” de National Geographic, Torres Quevedo fue un visionario que estuvo detrás de inventos que marcaron un hito en la automatización y los controles remotos. El Telekino era un dispositivo electro-mecánico presentado en la Expo de París de 1900. Este innovador artefacto permitía controlar barcos y vehículos de manera remota mediante señales eléctricas transmitidas por cables, siendo un antecedente crucial de los modernos mandos a distancia. Aunque su impacto inicial fue limitado, el Telekino allanó el camino para futuros desarrollos, especialmente en la década de 1950, cuando se introdujeron los primeros TRANSISTORES, la innovación más importante del siglo XX, padre de los CIRCUITOS INTEGRADOS o CHIPS, sin los cuales la INFORMATICA estaría aún en pañales dependiendo de las válvulas de radio (UN CHIP CONSTA DE MILES Y MILES DE MICROTRANSISTORES)
 
Hasta el próximo post


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Si no se acaba de una vez con el desequilibrio entre el ser humano y la naturaleza, nuestros descendientes no querrán ni recordar nuestros nombres.