lunes, 8 de noviembre de 2021

INNOVACIÓN ABIERTA: PATENTES, INGENUOS Y PILLOS

 El profesor de la Universidad de Berkley, Henry Chesbrough, autor del libro Open Innovation (2003), para muchos el padre de la innovación abierta, opinaba en 2014 que hay un exceso de confusión alrededor del verdadero significado de la innovación abierta. “Es una nueva estrategia que permite a las empresas cooperar, permitiendo añadir a su conocimiento interno un conocimiento externo. O sea, abandonar el tradicional hermetismo de los departamentos de investigación de las empresas para abrazar una innovación externa, y así ampliar los mercados para el uso de dicha innovación”


Y añadía: “Aunque la innovación abierta ha tenido una muy buena acogida desde su lanzamiento inicial, hace más de una década, está claro que aún queda mucho por hacer. En un principio, la innovación abierta se entendió y se puso en práctica en forma de colaboraciones entre dos empresas para ampliar el proceso de innovación interna. Sin embargo, hoy abundan los ejemplos en los que el concepto se utiliza para organizar a un buen número de actores con múltiples funciones dentro del proceso de innovación. Dicho de un modo sencillo, la innovación abierta se va a expandir más allá de la colaboración entre dos empresas. En el futuro, cada vez cobrarán más relevancia el diseño y la gestión de comunidades innovadoras.”




A la vista de las dos imágenes siguientes, se puede comprobar que la inferior (Innovación Cerrada, la Tradicional), tiene importantes carencias en comparación con la superior, Innovación abierta.

OPEN INNOVATION




INNOVACIÓN CERRADA (TRADICIONAL)



El escabroso mundo de las patentes

Malos tiempos corren para la defensa de las patentes y la imperiosa necesidad que tienen los emprendedores, startups o pymes de patentar sus invenciones antes de introducirlas en el mercado y convertirlas en innovaciones, una vez el cliente les otorga valor. Y digo malos tiempos, porque la pandemia ha puesto de relieve algo que ya se sospechaba: que los grandes laboratorios hacen y deshacen con las vacunas según la propiedad de las patentes, aunque peligren muchas vidas humanas. Así, la liberación de las patentes (que, por lo dicho, hoy no gozan de muy buena fama) sería el visado para que las vacunas llegaran a los países en vías de desarrollo que carecen de recursos para obtenerlas.

Sin embargo, la patente es el único argumento jurídico de que disponen los innovadores para defender su propiedad industrial, no solo ante la competencia, sino, sobre todo, ante los grandes tiburones de los grupos corporativos que están a verlas venir. Y es que la patente es el equivalente a la escritura pública de una vivienda. Nadie te va a comprar tu casa si no puedes demostrar que es tuya. 

Así las cosas, hace unos días me tropecé con una nueva serie de Netflix de lo mejor que he podido ver en muchos años, cuyo tema está totalmente en consonancia con lo que vengo exponiendo en este post y, dentro de lo posible, quisiera compartirlo con mis lectores, aunque es muy posible que muchos ya lo conozcan. Serie alemana de cuatro capítulos intensos y emocionantes que te enganchan de tal forma que es difícil dejar de verlos de una sola sentada. Y todas las críticas que he visto, oído o leído opinan que es una obra extraordinaria. Por eso ahí dejo dos enlaces: el trailer y una de esas críticas cogida al azar.




Bueno, yo creo que la moraleja está bastante clara, ya que, dado que innovar es tan difícil, una vez conseguida la creación hay que moverse de prisa, y además de realizar los trámites de la patente, mantener la boca cerrada, ya que te puede pasar como en la serie: que en una noche alegre y un exceso de confianza te confieses ante un pillo que te hipnotice y se lleve tu invento a un país donde tu patente no tiene valor, y luego pasa lo que pasa. Que te toque un jurado de doce personas que no tienen ni idea del tema y veremos cómo acaba la cosa…

Hasta la próxima


Mi foto
Si no se acaba de una vez con el desequilibrio entre el ser humano y la naturaleza, nuestros descendientes no querrán ni recordar nuestros nombres.