domingo, 3 de noviembre de 2019

La España vaciada ¿Despoblación o Desatención?

España dispone de una política de Estado para el medio rural desde hace una década, pero no se aplica. La despoblación no es la causa sino el efecto del atraso socioeconómico y de la inacción pública. Poner el énfasis en el despoblamiento constituye un diagnóstico equivocado del que no debe depender la gestión política que la cuestión requiere.

Cuando comenzaron las primeras protestas contra el abandono de gran parte de la España interior no existía ningún eslogan que señalara el problema en la agenda pública. Por eso se acuñó la expresión “la España vacía”, con buena aceptación, por cierto.

El Diccionario dedica la tercera acepción de “vacío” al concepto que precisamente nos concierne aquí: “Dicho de un sitio que está con menos gente de la que puede concurrir a él”.

Hace poco, varios grupos sociales se manifestaron para reivindicar sus aspiraciones, y sustituyeron la última palabra de esa locución: “vacía” por “vaciada”. Con ello se pretendía transmitir que esa despoblación no ha sido fruto de ningún fenómeno natural incontrolado (terremoto, inundación, incendio), sino por la mano del hombre.

Y no les falta razón. Vacía evoca la instantánea de un momento, sin referencia a la penosa transformación producida en esos lugares. Por el contrario, “vaciada”, femenino del participio de “vaciar” denota una acción que empieza y termina: esa España está vacía porque ha sido vaciada. Sí, pero ¿por quién? Intentemos averiguarlo o, por lo menos, aproximarnos.
Según recientes declaraciones del profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, Jesús G. Regidor, con más de 20 años de experiencia en el tema, la “cuestión rural” reaparece en la agenda política de nuestro país siguiendo ciclos casi decenales.

El último fue a principios de 2008, cuando entró en vigor la primera y aún inaplicada ley estatal “Para el Desarrollo Sostenible del Medio Rural”. Ley 45/200. Pero la más reciente reaparición cíclica ha estado precedida por algunos ensayos periodísticos de éxito, que han contribuido a resaltar de nuevo la preocupación por el “despoblamiento rural”.

Sin embargo, ni nuestro medio rural se caracteriza solo por su despoblamiento, ni este constituye la única causa de su situación actual. Por el contrario, se trata de uno de los principales efectos de su atraso, que solo afecta a una parte, aunque muy significativa, de lo que actualmente debemos entender como “medio rural”.

Como es sabido, en los 70', el incipiente desarrollismo acaparó en muy concretas áreas urbanas la actividad económica, los recursos y los frutos del trabajo, quedando al margen amplias áreas rurales y sus municipios. El peonaje agrario de los latifundios y los pequeños agricultores de todo el país tuvieron que dejar el campo para buscar trabajo en aquellos nuevos focos industriales. Pero siendo ahora los motivos muy similares, aunque no exactamente los mismos, en el fondo la historia se está repitiendo

No obstante, si en lugar de analizar el mundo rural a escala municipal ampliamos el foco, el resultado es muy diferente. Con ello el desequilibrio territorial no desaparecería, pero podría abordarse. No se trata de obviar fenómenos como el elevado número de pequeños municipios en trance de desaparición, sino de adoptar la premisa de que el desarrollo rural solo puede afrontarse con éxito actuando sobre unidades territoriales más amplias: las Comarcas. Formadas por municipios agregados que compartan planes de inversiones públicas y privadas incentivadas, respondiendo a una estrategia de futuro.

Desde esta perspectiva, hay que decir que poseemos unas doscientas comarcas rurales que requieren una atención pública diferenciada, en lugar de miles de pequeños municipios que aisladamente carecen de viabilidad y protagonizan la despoblación rural.

Pero ésta bien intencionada apelación choca con poderosas barreras. En particular, con una pretendida racionalidad económica: no es rentable mantener en zonas rurales equipamientos y servicios públicos equiparables a los de las ciudades. Y con una justificación política: las zonas rurales son un complemento fácilmente asequible para alcanzar mayorías electorales.

En definitiva, el despoblamiento de una buena parte de nuestro medio rural es consecuencia de su atraso socioeconómico y su desatención pública. El verdadero desafío estriba en promover la aplicación de una “Política de Estado para el desarrollo sostenible del medio rural”. Pues este inmenso territorio alberga la práctica totalidad de nuestros recursos naturales y una gran parte de los culturales, cuya conservación y recuperación afectan tanto a la población rural como a la urbana.


POSIBLES SOLUCIONES: 

Dado que el principal obstáculo reside en superar la inacción política, imperante en todas las Administraciones Públicas, favorecedoras del mantenimiento de una atención tutelada, clientelar y muy deficiente en el medio, si disponemos de una política rural de Estado desde hace más de una década, ¿por qué no se aplica? 

Lo ideal sería que las administraciones promovieran industrias (energías renovables, turismo o tecnológicas, por ejemplo) que echen raíces en las zonas despobladas para crear puestos de trabajo y, por ende, un atractivo para residir en ellas. Siempre teniendo en cuenta «que cada territorio tiene su posible solución, que suele ir orientada a la explotación de los recursos no utilizados del lugar», según Luis de Cristóbal, creador del think thank (Re)Pueblo, cuyo objetivo es repoblar Gredos.

Con independencia de las posibles y bienvenidas iniciativas privadas promovidas por emprendedores particulares que se dejen asesorar por aquellas organizaciones (como SECOT) que saben hacerlo. 

Hasta la próxima 



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mi foto
Si no se acaba de una vez con el desequilibrio entre el ser humano y la naturaleza, nuestros descendientes no querrán ni recordar nuestros nombres.