lunes, 17 de junio de 2013

El mito de la creatividad emprendedora

Si una persona posee suficientes recursos, incluido el dinero, para emprender una empresa, sin dudarlo un instante debe aprovecharlos para intentar ponerla en marcha, aunque no tenga lo que se conoce como espíritu creativo, ya que los emprendimientos que responden a propuestas que procedan de la Creatividad, entendida como una cualidad de la mente para generar ideas extraordinarias o fuera de lo común, son muy escasos.

Pero si partimos de lo que Ken Robinson entiende por Creatividad (Redes, TVE, 27.3.11): “La capacidad de crear nuevas ideas para generar valor”, podemos matizar o incluso enriquecer esta definición. Por ejemplo: 

“… Nuevas ideas que generen valor: artístico, innovador, empresarial, financiero… 

Pero, obviamente, no se pueden comparar las ideas que generan valor empresarial con las que generan valor artístico; así que lo lógico sería utilizar la Creatividad con el adjetivo correspondiente; Creatividad Empresarial y Creatividad Artística para distinguirlas de verdad. 

Porque más creativo que Miguel Ángel han habido pocos, y sin embargo, su obra cumbre, los incomparables frescos pintados en la Bóveda de la Capilla Sixtina del Vaticano, a mayor gloria del Papa Julio II, desde el punto de vista de los utilitaristas y pragmáticos “no sirvieron para nada” porque no producían beneficio económico, pero luego sí, porque los turistas empezaron a llegaron a Roma con sus divisas. Lo mismo que sucede con casi todas las manifestaciones artísticas (escultura, literatura, música…) que en la Historia han sido. 

Respecto a la aparición de ideas nuevas no hay ningún misterio ni responde a ninguna ciencia infusa que solo posean determinadas personas. Las ideas están ahí, surgen con naturalidad, y generalmente, por motivos sencillos. Es cuestión de alargar la mano y cogerlas, como viene sucediendo desde la Prehistoria. Y, en general, aparecen así: 

     · Por casualidad, o simplemente por un golpe de suerte.
     · Por algo que oímos o vemos, en la tele, entre amigos o leyendo.
     · Por simple observación, percibiendo cambios en las actitudes.
     · Por buscarlas, basándonos en la experiencia, estudios o aficiones.




Y aquí es donde aparece el cerebro, cuyo mapa todavía es un misterio, pero como se deduce de la figura de abajo lo que sí se sabe es que sus funciones se entrecruzan entre los dos hemisferios, de forma que, por ejemplo, el control de la mano derecha corresponde al lado izquierdo, y lo mismo a la inversa. 

Respecto a dos de las funciones principales para la generación de ideas (intuición e imaginación) están en el lado derecho y un profano en neurología como yo lo puede asegurar, ya que un amigo mío sufrió varios ictus en el hemisferio izquierdo y no controla la mano derecha ni puede realizar otras funciones del mismo lado, pero posee una creatividad envidiable. Ha diseñado una web que tiene 15.000 archivos, y usando teclado y ratón solo con la mano izquierda… y no es zurdo.



Fuente: HEBER LONGÁS / EL PAÍS,  8-4-2013


Así, desde la óptica empresarial, la Creatividad simplemente será el “combustible” que necesita el cerebro para generar Ideas de Negocio, que, solo son una parte, y no la más importante, precisamente, para la creación de la Empresa. Las partes más importantes son su desarrollo y crecimiento. Pero mientras la creatividad y el talento innato de Miguel Angel eran irreproducibles, las técnicas para crear ideas de negocio, más o menos innovadoras se pueden aprender; es cuestión de proponérselo, siempre que las personas que estén dispuestas a ello gozen de las siguientes características: 

     · Flexibilidad mental 
     · Adaptación a los cambios 
     · Persistencia para resolver problemas 
     · Iniciativa para anticiparse a los demás 
     · Curiosidad e interés por el mundo que les rodea 

No obstante, los números son tozudos y cada día desaparecen montones de empresas individuales y de sociedades promovidas por emprendedores que tenían la esperanza de que sus emprendimientos podían abandonar la categoría de Baby Business (entre 3 y 42 meses de vida) para sobrepasar, por lo menos, los 500 días, antes de caer en el olvido.

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Si no se acaba de una vez con el desequilibrio entre el ser humano y la naturaleza, nuestros descendientes no querrán ni recordar nuestros nombres.