lunes, 4 de agosto de 2014

¿DÓNDE ESTÁ LA PASTA?

“Expongo todo esto con mucho dolor por lo que significa para mi familia y para mí mismo, pero sobre todo por lo que puede significar para tanta gente de buena voluntad que puedan sentirse defraudados en su confianza, a la cual pido perdón. Y también les pido que sepan separar los errores de una persona -por muy significativa que haya sido-, y que esta declaración sea reparadora en lo que sea posible del mal y de expiación por mí mismo.”

Barcelona, 25 de julio de 2014

Jordi Pujol i Soley"

Así termina el comunicado con el que Jordi Pujol reconoce que tenía dinero en paraísos fiscales. 

Y por lo visto, según el diario El Mundo, que ayer domingo publicaba una noticia al respecto facilitada por el Ministerio del Interior, son 1.800 millones (de Euros) los que tiene fuera de España. 

Si esta escandalosa cifra fuera cierta yo creo que puede provocar la tan temida en otros tiempos alarma social. O la debería provocar. A no ser que estemos ya tan inmunizados por los impactos propagandísticos de todos los telediarios, de todos los canales, de todos los días sobre los horrores y muertes que de forma violenta se producen en el extranjero y lo mal que está todo por ahí fuera, que un cuasi consentido atraco tan impresionante como este no solo no provoca la dimisión de nadie sino que los políticos se han ido de vacaciones a sus merecidos lugares de descanso como si no pasara nada: ¡Con un par! 

Como si este confesado (él sabrá porque) hecho no dejara en pañales a tantos conocidos estafadores (ahora simples aficionados) que en los últimos tiempos proliferan en el mundo de la política y que han arramblado con todo el dinero público que se les ha puesto a mano.

Hay que tener en cuenta que no estamos hablando de El Bigotes de la Gurtel, sino de un personaje que ha ejercido el poder más absoluto durante 23 años en la región más rica, puntera y teóricamente más culta de España, con siete millones de habitantes de los que ahora se puede pensar que fueron engañados y mangoneados al antojo del Molt Honorable President.

Y con independencia de los impuestos que deba devengar y de la multa administrativa que conlleve los delitos fiscales correspondientes; incluso del hipotético castigo penal al que pudieran ser sometidos él y sus familiares culpables, yo creo que habría que plantearse de una vez por todas una cuestión que desde Roldán para acá parece haberse convertido en un arraigado deporte nacional de élite: robar y no devolver lo robado. Porque, repito: la cuestión fiscal está mucho más definida, como se puede apreciar aquí abajo.
¿Es que aquí nadie va a devolver jamás ni un duro de lo robado al pueblo? ¿Cómo es que el Gobierno a través del Ministerio de Hacienda, que a su vez lo es de Administraciones Públicas y que con tanta diligencia actúa en determinadas ocasiones aún no ha insinuado ni pío sobre algo que es público y notorio como esto.

El viernes pasado, al acabar el Consejo de Ministros no hubo esa exótica rueda de prensa en las que cada viernes siempre preguntan los mismos periodistas, y nuestra avispada Vicepresidenta, sorprendentemente, lee las respuestas en un papel que trae ya escrito. No. Este viernes, quiso comparecer el propio Sr Rajoy, para decir que se confirma que 2014 es el año de la recuperación y que el crecimiento ha venido para quedarse. Hasta el punto de que, a la vuelta de las vacaciones, está dispuesto a revisar al alza la previsión de crecimiento anual. 

Los periodistas también aprovecharon para preguntarle al presidente sobre sus impresiones tras la confesión de Jordi Pujol: 

"Esto me ha generado un enorme impacto, lo único que puedo decirle es que las instituciones hagan su trabajo y que los políticos intentemos que esto no se repita nunca más". 

Sí. Esperemos que las instituciones hagan su trabajo. De lo contrario los ciudadanos, a pesar del “pasotismo político” imperante, van a perder la escasa confianza que les queda en los políticos y ya veremos si los votos no terminan por ponerse fuera del alcance ciudadano…, por las nubes, diría yo. 

Hasta la semana que viene.

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Si no se acaba de una vez con el desequilibrio entre el ser humano y la naturaleza, nuestros descendientes no querrán ni recordar nuestros nombres.