jueves, 21 de agosto de 2014

EL FERRAGOSTO

Siguiendo con la línea emprendida la pasada semana y respetando el merecido descanso estival del personal, sobre todo en la segunda quincena de agosto, me remito de nuevo a la reedición de otro de los post que yo considero más significativo en la trayectoria de este blog.

LA MOTIVACIÓN EMPRESARIAL
Martes, 26 de noviembre de 2013

Es evidente que entre las necesidades básicas en la Historia de la Humanidad (alimentos, ropa, cobijo) hoy se nos ha colado el trabajo, que mientras no se demuestre lo contrario, salvo excepciones muy puntuales, lo proporcionan las empresas. Dándose la paradoja de que a pesar de las consabidas dificultades para crear una empresa en España, si las cosas sigues así, resultará más sencillo crear una empresa para trabajar en ella que encontrar un trabajo. Pero las empresas no surgen por generación espontánea sino que dependen de la voluntad y el esfuerzo de las personas; es decir, de sus motivaciones.


Llegados a este punto habría que distinguir entre las motivaciones del Empresario y el Emprendedor. Así, mientras el emprendedor es un aprendiz de empresario que aspira a crear un negocio, el empresario ya está desarrollando su carrera profesional.

El emprendedor no es un ser predestinado que “ha nacido para la gloria”, ni mucho menos; sino alguien que puede aprender las habilidades y capacidades requeridas para llegar a ser empresario, siempre que más que aptitud (que se puede aprender) demuestre una actitud positiva para ello; es decir: motivación empresarial.

La motivación es la energía mental o física que mueve a la gente a satisfacer una necesidad propia o ajena.

Pero ni todos los empresarios proceden del Emprendimiento ni todos los emprendedores pueden llegar a ser empresarios, bien porque le falten motivación (sobre todo miedo al riesgo o al fracaso) o porque a lo largo de su aprendizaje puedan surgir determinadas carencias imposibles de cubrir. Ahora bien, lo que sí hay que pedirle al emprendedor es que tenga capacidad de Innovar, de probar cosas nuevas o de hacer las existentes de un modo diferente. Esta debe ser la premisa fundamental. 

Hasta el punto de que en las grandes empresas, muy jerarquizadas, “nadie” se fija en los fallos rutinarios; porque las cosas siempre se han hecho así. Pero algunos técnicos, con gran capacidad de observación e innovación y sobrada habilidad para percibir que cambiando algunos detalles el conjunto mejoraría notablemente, si fueran capaces de perder el miedo al riesgo y se atrevieran a ponerlo en práctica por su cuenta algún día serían empresarios de mucho éxito, como le sucedió a Antonio en el imaginario caso que expongo a continuación:

EL NOGAL 

Antonio es biólogo y desde hace 10 años también empresario. Trabajaba en Barcelona en el Departamento de I+D de una multinacional del yogur, y no estaba de acuerdo con la presión que ejercía su empresa en los juzgados contra las firmas lácteas españolas que producían postres pasteurizados (de larga duración) y querían denominarlos yogur. Entre otras cosas, porque Antonio había conseguido por su cuenta una elaboración alternativa a la pasteurización mucho más fácil que la tradicional. Pero su empresa estaba empeñada en que se les continuara llamando postres lácteos en vez de yogures pasteurizados después de la fermentación para mantenerlos alejados de su mercado.

En abril de 2003 las empresas lácteas nacionales les ganaron el contencioso a su empresa multinacional en el Jurado de Autocontrol de la Publicidad, el cual desestimó la reclamación presentada por la Asociación Española de Fabricantes de Yogur (AEFY). En concreto, la resolución se pronunciaba a favor de una campaña publicitaria de Leche Pascual en la que se destacan las ventajas del yogur de larga vida frente a los de corta vida, y “las molestias, limitaciones y ataduras del yogur de corta vida derivadas de su dependencia del frío por su menor duración”. La duración era el hamdicap que impedía la exportación del yogur, por lo que cualquier innovación que se pudiera convertir en una ventaja competitiva sólo sería útil para el mercado nacional donde la competencia era feroz y dominaban las multinacionales. 

Conocida la resolución del Jurado, ese verano de 2003, Antonio negoció su salida de la compañía. Llegó a un acuerdo con ellos y por sus 12 años de antigüedad recibió una sustanciosa indemnización, la cual formaría parte de la inversión para montar su propia empresa. Y lo primero que hizo fue ponerse en contacto con su antiguo amigo Miguel García, un veterano economista experto en Contabilidad de Costes que había sacado a muchas empresas del atolladero, y al que Antonio le pidió un estudio de viabilidad antes de dar ni un solo paso para poner en marcha la suya. 

El proyecto consistía en una pequeña fábrica de yogures con nueces de larga duración, en la provincia de Burgos, cerca de la autopista de Bilbao, donde los padres de Antonio (hijo único) tenían una plantación de 5 Has. de nogales (unos 300 árboles) con una antigüedad de más de 40 años y de cuyo fruto vivían. Junto a la casa había una nave de unos 800 m2, que era donde Antonio pensaba ejercer su actividad, y una balsa de agua de 75 m2 y 4 mts. de profundidad (unos 300.000 litros). La situación era ideal: en el entorno de la factoría de Leche Pascual, y por tanto de sus proveedores, y con una buena conexión con el puerto de Bilbao por donde podría embarcarse el producto para la exportación. 

Antonio tenía concedida una patente sobre un innovador método alternativo a la pasteurización clásica del yogur, el cual es sometido a un tratamiento de calor que inactiva los fermentos lácticos vivos después de la fermentación. Y la innovación de Antonio consistía en la fermentación artificial mediante microondas, por la cual el yogur conservaba todas sus características y no perdía ninguna de sus cualidades organolépticas. Así, el ahorro en instalaciones y bienes de equipo en su factoría sería considerable, y el tiempo de conservación del yogur (más de 3 meses) aseguraba su exportación a cualquier país. Esta era la ventaja competitiva de que gozaría la empresa. 

Quería un mercado de precio alto para poder pagar bien a los empleados y que se entregaran. Le ofreció a Miguel la Administración de la empresa y el 5 % de las participaciones de la sociedad EL NOGAL, S.L, por lo que había que preparase. Se iban a necesitar tres buenos comerciales dispuestos a viajar y que conocieran bien el sector nacional y la exportación. Debían hablar inglés y francés, y uno además alemán, para montar una buena red comercial de distribución nacional e internacional (sobre todo europea). Debían contratar un buen equipo de Diseño externo para posicionar la marca y la identidad corporativa en el target de la empresa, con un buen packaging e impecables folletos. Las relaciones públicas y la atención al cliente deberían ser exquisitas. 

Antonio y Miguel, con el plan de viabilidad detallado y la patente bajo el brazo se dirigieron a la Caja Provincial (donde Antonio ya había realizado un buen ingreso) para solicitar un préstamo a 10 años, el cual se garantizaría con el valor de los árboles de la finca (300 nogales de 40 años, sólo en madera, valen un buen dinero). Se lo concedieron y a trabajar. Hoy, EL NOGAL es una marca reconocida en varios países, que ha amortizado su inversión y reinvirtiendo los excedentes en la empresa y, entre otras cosas, instaló un sistema de riego por goteo informatizado en todos sus árboles, a los cuales hay que mimar, ya que son la base en la que se apoya el desarrollo y el futuro de la actividad. 

FIN 

Hasta la semana que viene



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Si no se acaba de una vez con el desequilibrio entre el ser humano y la naturaleza, nuestros descendientes no querrán ni recordar nuestros nombres.