jueves, 3 de noviembre de 2016

LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA

Ahora se vuelve a hablar en España de la Obsolescencia Programada. Ahora que a la gente se les averían los artefactos domésticos y o se compra otro nuevo o a lavar al río, ya que al intentar repararlos es cuando el usuario se topa con algunas de esas desagradables sorpresas de la posventa actual, como por ejemplo, que no hay recambios, pero sobre todo que muchos aparatos están diseñados para no poder ser reparados.

El pasado viernes asistí a un encuentro sobre emprendimiento en el que dio una conferencia el escritor Alex Rovira, y en la misma nos recordó lo de la famosa bombilla que dura ya encendida en California la friolera de 110 años, lo cual significa que, si hay voluntad, es posible crear cosas que duren Sin embargo, ciertos empresarios diseñan sus productos o servicios de modo que se vuelvan obsoletos o inservibles tras un período determinado de tiempo. Para cierta industria, esta planificación encubierta del fin del ciclo de vida útil de un producto o servicio estimula positivamente la demanda, al incitar a los consumidores a comprar nuevos productos si desean seguir utilizando algo similar. 

“Reparar un frigorífico ya no vale la pena. La mayoría de averías son por fugas de gas que no las podemos localizar porque las tuberías están incrustadas dentro de los muebles, y cada vez es más difícil desmontarlos. Hace años se podía llegar a cualquier pieza, pero ahora son todo obstáculos”, explica Txelio Alcántara, técnico del taller. “También cada vez es más difícil arreglar aparatos pequeños. Les ponen tornillos de seguridad, que solo giran para cerrar, y ni siquiera podemos abrirlos””. 

Todo esto puede valer para España, porque al estar sometidos a un permanente desfase histórico respecto a los países punteros, hasta hace bien poco no nos hemos enterado de que en USA se habían quemado todas esas etapas. En la primera mitad de los 60’, en pleno Desarrollismo, aquí no se miraba la calidad, y como al cliente le faltaba de todo compraba lo que fuera, por lo que entre los consumidores prosperó la cultura del “todo vale” y muchos empresarios decían (como los fenicios) que el buen paño en el arca se vende: Es decir, que con toda seguridad la gente vendría a comprarle, pero el precio lo ponía él. 

A su vez, muchos estaban adelantando, sin saberlo, una obsolescencia programada, porque los productos se fabricaban sin exigencias ni criterios de calidad y duraban el tiempo que duraban. Pero de cualquier forma, dominaba la oferta; es decir, mandaba el empresario. Por tanto, estábamos inmersos en un Mercado de vendedores.

Pero después de la Crisis del Petróleo (mediados los 70’) los precios de las materias primas subieron y el fabricante repercutió el aumento de los costos en el producto final. Aquello alertó al cliente que comenzó a prestar atención a la relación Calidad-Precio del producto y, no se sabe en qué momento exactamente pero todo cambió, y se pasó a Mercado de compradores. Mandaba el cliente.

Y menos mal que aquí no hubo ningún diseñador como el norteamericano Brooks Stevens, que nos remonta a 1932, cuando, junto con el empresario Bernard London, propuso terminar con la crisis de la Gran Depresión a través de la obsolescencia programada, obligándola por ley (aunque nunca entró en vigor). Su objetivo era obligar a las fábricas a producir objetos que se deterioraran pronto y que tuvieran que ser sustituidos por otros nuevos para reactivar la demanda; poder mantener la actividad industrial y acabar con el desempleo.


Pero aunque dicha ley nunca se llegó a imponer, este sistema se tomó como modelo de negocio en muchas empresas, especialmente en las eléctricas y relacionadas con esta. Brooks Stevens alcanzó su mayor popularidad en 1954, cuando el diseñador dio una conferencia sobre lo que suponía la nueva producción en masa y lo que implicaba económicamente una producción más barata y con precios más bajos. La cual la culminó con una frase que quedó grabada a fuego:

“UN ARTÍCULO QUE NO SE ESTROPEA ES UNA TRAGEDIA PARA LOS NEGOCIOS. LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA TRATA DE SEDUCIR AL CONSUMIDOR.” 

Por eso no es de extrañar que por esas mismas fechas (principios de los 50’) algunas Universidades USA, con Harvard a la cabeza, comenzaran a desarrollar nuevas técnicas comerciales que fueron el embrión del Marketing, el cual fue fundado por Theodore Levitt en 1950, “para orientar a los productos al consumo y promocionarlos hacia las masas”, con los medios de la época: revistas, cine, radio...

Así, coincidiendo con los esfuerzos de muchas empresas, sobre todo industriales, en su afán de “vender como sea” apareció el Marketing, por lo que se hace difícil valorar si su objetivo primario era satisfacer las necesidades de los clientes (que eran muchas) o tratar de inducir a los consumidores hacia nuevas necesidades creadas por el propio Mkt.

El contramarketing a esa situación trató de implantarlo el abogado Ralph Nader (1934), más tarde llamado “El defensor del consumidor”, que para empezar por dar ejemplo de sí mismo en la cuestión consumo y moda, cuando se licenció del ejército en los años 50’, en el cual permaneció seis meses, compró en el economato de su regimiento doce pares de zapatos, con los cuales tuvo calzado hasta bien entrado los años ochenta. 

Hasta la semana que viene.

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Si no se acaba de una vez con el desequilibrio entre el ser humano y la naturaleza, nuestros descendientes no querrán ni recordar nuestros nombres.